Oro sobre azul dicen los portugueses cuando quieren expresar el que algo es perfecto. Kandinsky necesitó casi 6 décadas para desarrollar su teoría del color. Tuvo que unirse a Alemania, luego a Francia, volver a su Rusia natal escapando de la guerra en 1914 y acabar de nuevo huyendo de la revolución bolchevique para unirse otra vez a Alemania en 1922. Sólo entonces explicó cómo el amarillo, la calidez por excelencia y el azul, la frialdad, logran crear la máxima tensión cromática. Un paseo por el distrito de la Alfama en Lisboa le habría evitado tanto ajetreo.
Lisboa no sería lo mismo sin esos mosaicos como tampoco lo sería sin esas ganas de cantar Fado o sin asumir que la saudade, o nostalgia portuguesa, no es un estado de ánimo sino una forma de vida, al igual que EL FLAMENCO.
El azulejo portugués, Patrimonio Universal UNESCO, al igual que EL FLAMENCO.
Ni el granito, ni la crisis, ni los ladrones de antiguedades han terminado con ellos. Los azulejos de Lisboa reclaman de nuevo el protagonismo como joyas vintage y murals de street art.
Fue por caprichos del destino que Anabel Veloso sea hija de padre portugués y criada en Andalucía. Oro sobre azul cierra una trilogía de la artista hispano-lusa, que pretende unir en el escenario Flamenco y Fado con la cerámica de ambos países como pretexto estético.
No se trata de una fusión más, no se trata de mixturar, es más una necesidad de dejar aflorar las dos raíces, la saudade, la vivencia flameca y desde una visión estética, sonora y dancística acorde con la contempor áneidad del momento vital de su generación.